A qué se debían,
me pregunté,
las dos gotas
que se deslizaban
pendiente abajo
por tu espalda
Sudor, sin duda
El miedo
se transpira.
Y el dolor,
el dolor también.
Y el éxtasis
El látigo volvió
a lamer
tu piel
estremecida
A qué se debían,
me pregunté,
las dos gotas
que se deslizaban
pendiente abajo
por tu espalda
Sudor, sin duda
El miedo
se transpira.
Y el dolor,
el dolor también.
Y el éxtasis
El látigo volvió
a lamer
tu piel
estremecida