Hay un accidente.
En Rosario.
Un taxi.
Una ambulancia del ejército.
Lleva un niño que se quemó.
Chocan.
El taxi queda con la trompa desecha.
La ambulancia cruzó con roja.
Porque un niño llora.
Quemado.
Avanza muchos metros en dos ruedas.
Pero no vuelca.
No, gracias a Dios.
El chofer sabe que no fue él.
El que la mantuvo.
Fue Dios.
Porque el señor ama los niños.
Y el Ubaldo pensó lo mismo.
La mami le dijo que Dios amaba a los changuitos.
Y era la fiesta del día del niño.
Y él había entrado de conscripto.
¡¡¡Ubaldo Cejas, micapitán!!!
Cuando cumplió los dieciocho.
No le tocaba, pero fue voluntario.
Porque el Manuel estaba en la guerra.
Porque iba a venir el principito.
Y él mismo, el Manuel, lo iba a matar.
Si hasta un rifle le han dado.
Y está allá en Puerto Argentino.
Pero la guerra ha terminado.
Y parece que perdimos.
Y el Manuel no ha vuelto.
Y lo que decía el señor general.
Parece que no está siendo cierto.
Pero el sargento mayor Estrada.
Dice que a la autoridá no se discute.
Y es culpa de los chilenos.
Que les dieron nafta y gasoil a los aviones de los ingleses.
La fiesta de los niños no fue linda ese año.
Porque él siguió en el ejército.
Porque en Santiago no había mucho.
Y allá le daban casa y comida.
Y palo también.
Pero en el norte la vida es brava.
Y palo dan los patrones también.
Y se ha quedado.
Y ese año no fue mucha gente.
A la fiesta del día del niño.
Y había más caras largas que risas.
Y ese chango que se ha tirado encima el agua de las salchichas.
Y se ha quemado el bracito y la panza.
Y él estaba cerca y no pudo hacer nada.
Y lo mandaron en la ambulancia.
En esa ciudad del río tan grande.
Que no hacía ni un mes que estaba.
Y llovía siempre.
Y era húmedo.
Y la ropa agarraba olor.
Y allá en el norte que era seco.
Y el polvo te ahogaba a veces.
Y acá era agua y gente que habla alto y se ríe.
Y el changuito que le agarra la mano.
Y no lo suelta.
Y el sargento mayor Estévez.
Que le ha dicho que vaya atrás, por que el niño no lo suelta.
Y ha habido ese golpe.
Y la piel del changuito que se le pegó a la mano.
Cuando lo agarró.
Para que no se caiga.
Y bajó.
Y quiso manotear el FAL.
Porque la mami decía.
Que la cosa estaba brava con los militares.
Ella decía los milicos.
Pero desde que el hijo mayor entró al ejército.
Los llama militares.
Porque el general Perón nunca se ha referido.
Como milicos a los militares.
Pero no llevó el FAL.
Porque salió corriendo con los ojos en ese changuito,
Quemado, pobrecito.
Y el sargento mayor Estévez lo va broncar.
Por no tenerlo, al FAL.
Pero el taxi.
No eran los montoneros.
Era un taxi.
Que decía que la luz le daba paso.
Pero el chofer.
El cabo Villegas, de allá de río tercero.
Le ha dicho que llevamos un niñito quemado en el pechito.
Niño de Dios.
El taxista ha dicho.
Que sigan, sigan nomás.
Y hemos llegado al hospital.
Y aquí estoy, esperando.
Y una enfermera me ha dado un café.
Bien caliente.