Una tarde de furia

Miró alrededor con aire incrédulo. Meneó la cabeza como quien, habiendo perdido ya toda fe en la humanidad, descubría que esta aún le seguía decepcionando.
– ¿Qué pasó? –
– A la madre del niño no le gustó que el padre viniera a la fiesta con su nueva pareja… –

Lo vio interrumpir su respuesta para hundir uno de sus dedos en un trozo de pastel pegado a la pared y llevárselo a la boca para comer un poco de crema.
Sí, la humanidad no cesaba nunca de sorprenderlo…

Trabajaron largo rato en silencio, recogiendo todo aquel desastre, tratando de poner algo de orden en aquella zona de guerra.
– ¿Contrataron el seguro, al menos? –

Debió repetir su pregunta pues el muchacho escuchaba música.
– No, no lo hicieron. – respondió y volvió a colocarse los auriculares.

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