Perseo era crá

Pasa esto; había un rey, medio caracagada, allá en la antigua Grecia.
Bueno, con eso no limito mucho el rango, pero igual.
De otra manera que tampoco reduzco el target, es diciendo que éste rey consultó al oráculo, en Delfos, sobre su futuro.
Sigo sin reducir mucho diciendo que el oráculo dijo que su nieto lo mataría; más o menos, eso se aplica a la mitad de la realeza de Grecia.
La otra mitad, es aquella a la que la pitia dice que serán sus hijos, en lugar de sus nietos, quienes los matarán.
Éste rey, Acrisio, tenía una hija. Una hermosa mujer, llamada Dánae
Cuando el rey vuelve de Delfos, ordena encerrar a su hija en un sótano de palacio, para que ningún hombre pudiera acceder a ella y “conocerla” (Guiño, guiño)
¿Pero, que tienen en común los reyes griegos que son caracagadas y a los que el oráculo vaticinó una muerte violenta a manos de sus hijos/nietos/yernos?
Tienen una hija que está firme cómo teletubby en cama de velcro.
Y Zeus es muy de enterarse de eso.
¿Y qué hace Zeus cuando se entera?
Va y te preña a la nena.
Y uno no puede andar jactándose del suegro; porque viene Hera y te hace algo.
Generalmente malo.
Resulta que Zeus va y la ve a Dánae.
La ve y dice: ¡Ay, me meo!
Y se miyó nomás
Pero sobre la pobre Dánae, en lo que se conoce como lluvia dorada. Y parece que eso tuvo consecuencias inesperadas; los divinos pececitos de Zeus, inundaron el inmaculado cuerpo de Dánae.
Y le llenaron la cocina de humo.
En lugar de mearla, podría haber hecho otra cosa que era mucho más interesante, pero Zeus tenía esas cosas.
Acrisio se enteró que la nena estaba en la dulce espera. Y que necesitaba una ducha.
Pero sabía que, de tomar acciones contra su hija, atentaría contra el hijo de Zeus.
Y Zeus era mucho de fulminarte con el rayo si se enteraba que le limpiabas un descendiente; o te pegaba con la Égida, con resultados igualmente funestos
Tons, Acrisio pensó cómo podía deshacerse de su hija y del niño, que ya había nacido (es lo que tienen los pescaditos divinos; te sacan un botija enterito en un abrir y cerrar de ojos. Cualquier cristiano te hace un pibe en 38, 40 semanas. Pero Zeus te los desarrollaba en un par de noches nomás. Y, como bien puede afirmar Alcmena, Zeus te hacía durar las noches todo el tiempo que quería)
Bueno, total que el rey encierra a hija y nieto dentro de un gran baúl, que luego tira al mar.
Pero, como era medio ladino, agarra y dice: ¡Oh, Poseidón! A ti encomiendo al hijo de Zeus todopoderoso, de rostro cual fuego refulgente. ¡A ti, oh soberano de todas las aguas!
A ti encomiendo al hijo de Zeus y la princesa Dánae de Argos, su madre, mi hija.
Todo esto suena muy ceremonioso, muy griego.
Pero en realidad, era pa lavarse las manos.
Porque, si vos encomendás un baúl al dios del mar, podés alegar que, si sus incómodos ocupantes se ahogan, no es tu culpa, sino la del señor de las aguas.
Entonces, Poseidón se dice, allá en su trono de nácar, rodeado de Nereidas, Sílfides y Tritones; eleva su voz majestuosa, su voz cual rumor de mares lejanos y alegres cañadas de montaña, su voz que recuerda al arcoíris en las cascadas y a la lluvia corta de veranos luminosos.
Y dice: che, pa mí que éste está de dobandi
Porque el culo roto de Zeus se preña a cualquier gato fino de por ahí, y después los defiende como a hijos legítimos.
Así que Poseidón, pa evitarse problemas, se lava las manos y los hace derivar a la isla más cercana, que resulta ser Serifos.
El rey de Serifos se llamaba Polidectes y podía tener múltiples defectos; pero, definitivamente, la ceguera no era uno de ellos; así que, viendo a Dánae, se enamoró de ella.
Dánae lo rechazaba continuamente, por lo que, pasado un tiempo, el bueno de Polidectes, decidió tomar por la fuerza, aquello que no se le daba de buena gana (conducta que contradice aquello de “el bueno de Polidectes”), pero se daba cuenta que Perseo no parecía el tipo de hijos que toman a bien la violación de su madre.

– Mejor lo hago limpiar – se dijo Polidectes – Pero con cuidado, Zeus no debe saberlo.
Pero Zeus, el que lleva la Égida, es muy de enterarse cuando le limpian un hijo.
Es uno de los beneficios de ser el rey de los dioses (eso y descuentos en Corega. Porque sería horriblemente bochornoso que al rey del Olimpo se le caiga un tedien en pleno discurso ¿nocierto?)
Entonces, a Polidectes se le ocurre un plan.
Hace correr la noticia que iba a enamorar a la princesa Hipodamía (que era un caballo)
Perseo, cuando se entera, exclama: ¡Paaah! Esa mina está bárbara, si te la levantás, te hago flor de regalo de bodas; la cabeza de Medusa, una manada de briosos corceles, un apartamento en Puntaleste, lo que quieras.
Ahí Polidectes para la oreja y dice: te tomo la palabra, oh Perseo, querido como un hijo (mentira, pero había que disimular), nada haría mayor honor a mi amor por la bella Hipodamía.
No había forma de echarse atrás, porque toda la corte había oído su promesa, así que Perseo se vio obligado a partir en busca de la cabeza de la más famosa de las gorgonas.
Ser hijo del rey de los dioses tiene pila de ventajas, Zeus movió unos expedientes en el Olimpo y le consiguió algunas cosas que nunca deben faltar en ninguna expedición de matada de Medusa que se precie de tal.
Era una garantía tener de padre a Zeus; ta, ponele que Hera te complicaba, (como al pobre de Heracles) pero igual tenía sus ventajas.
Pero, como todo eso era en el tiempo de antes, no había ADN todavía; no se había inventado; (esas cosas son inventos de los japoneses, viste que a los japoneses se les da bien, eso de hacer las cosas más chicas) Zeus podía negar la paternidad, pero igual, siempre te apoyaba.
Resulta que Zeus le consiguió una bolsa de la que nada podía escapar, unas zapatillas que Hermes usaba para correr (como alitas tenían atrás) y Atenea, (que era medio machona) le regaló un escudo; tan pulido que te podías afeitar en el de lo bien que reflejaba y, por último, un casco de Hades que, si te lo ponías, eras invisible.
Un lujo para meterse en los vestuarios de las mujeres de los baños públicos de Atenas.
Entonces, Perseo va a la caverna donde vivían las parcas, Clotho, Athropos y Laquesis, que serían muy parcas pero tenían un sólo ojo, que se iban pasando por turnos.
Nuestro héroe se escondió tras ellas y, mientras una se le pasaba a otra, se apoderó del ojo que compartían (Re mal, Perseo, ahí; aprovecharse de la gente con capacidades diferentes)
Pero en la antigua Grecia, eran muy de divertirse así; a Homero, ese que escribió de la guerra de Troya y eso, le decíamos que lo ayudábamos a cruzar la circunvalación del Partenón y lo dejábamos ahí, entre los carruajes y eso. Divertidísimo
Y al Pigmalión ese, el escultor, también lo podíamos por rarito (medio enfermito era, se culeaba las estatuas)
“Che, media fría tu novia” le gritábamos, “Media dura de entender, ¿no?” cosas así.
Al final se armó una que estaba muy buena y Afrodita le dio vida (aunque bailando era durísima) y la llamó Galatea.
Al final, todos los que nos reíamos de él, le terminamos envidiando la mina.
Habíamos dejado a Perseo con el ojo que le había robado a las parcas; ellas para recuperarlo, le dijeron donde vivían las gorgonas.
Las gorgonas eran tres hermanas, una de ellas era Medusa.
Se ve que era el apellido o algo, las Gorgonas; como las Pérez, las Gómez, y eso.
Perseo entró a la caverna donde vivían las Gorgonas y esperó a que estuvieran dormidas. Cuando lo estuvieron, usó el escudo de Atenea para cortarle la cabeza a Medusa, sin mirarla directamente.
Porque la cabeza de Medusa, además de lacios cabellos, que en realidad eran víboras, tenía unos ojos horribles cuya sola contemplación, te convertía en piedra.
Y ahí no había Afrodita que te salvara; te quedabas hecho piedra por toda la eternidad y algunos meses más.
Luego de decapitar a Medusa, Perseo guardó la cabeza en la bolsa mágica y huyó.
Pero debió ponerse el casco de invisibilidad, porque las hermanas de Medusa habían despertado y no tomaron muy bien eso de encontrar a la hermana decapitada.
Los zapatos de Hermes son lo último a la hora de surcar raudo los cielos, sobre todo si sos perseguido por un par de furiosas gorgonas, aunque, justo es decirlo, de poco luce la elegancia si uno usa el casco de invisibilidad de Hades.
Cuando Perseo se acercaba a su isla, pasó frente a Etiopía, donde había unos barrancos, a los que estaba encadenada una muchacha.
La madre de la nena no sabía mucho de la debida humildad para con las deidades, así que se anduvo jactando de estar más buena que las Nereidas.
A los dioses no les importa que, en realidad, vos sí estés mas buena que comer dulce de leche con el dedo, lo que les molesta es que lo andes pregonando por ahí, así que llenaron de calamidades al pueblo.
Y los llenaron de plagas e inundaciones, hasta que los sacerdotes dijeron que la pobre botija tenía que ser ofrendada al mar y devorada por un mostro marino.
En aquella zona se daban mucho; había bastante pique de mostros marinos en aquellas costas.
Pero resulta que Perseo venía, vio a esa hermosa muchacha y se enamoró de ella.
Lo que fue muy conveniente para Andrómeda, ya que el mostro se acercaba y parecía tener bastante apetito.
Perseo, sacando la cabeza de Medusa de dentro del saco mágico, se la mostró al mostro al grito de:
“La saco del saco, se la mostro al mostro”
El pobre bicho quedó convertido en piedra y Andrómeda se enamoró de Perseo.
Regresaron juntos a Serifos y encontraron que Dánae y Dictis (un hermano del rey y padre adoptivo de Perseo) se habían encerrado en un castillo, acosados por Polidectes que quería tomar a Dánae por la fuerza.
Entonces, lleno de furia (a ningún botija le gusta que alguien se quiera enhebrar a la madre, y menos medio de a prepo) se apersonó a Polidectes y le dijo: Mirá que linda medusa, la medusa que cacé.
Y el tipo quedó de piedra.
Literalmente
Que es bastante más incómodo que hacerlo en sentido figurado.
Así que, con el apoyo de su hijo adoptivo, Dictis se convirtió en rey de Serifos y colmó de honores a Perseo y Andrómeda.
Luego, Perseo supo que era el legítimo heredero de Argos y para allá marchó, junto a Dánae y Andrómeda.
Acrisio se enteró que su nieto (y con él, la amenaza de la profecía) se dirigía a su reino, así que decidió escapar de incógnito.
Cansado de huir, dijo: ¡Ma sí; yo me vua ver unos partidos!
Y se detuvo a presenciar unos juegos en la ciudad de Larisa. Pero no fue de risa el final de su día, porque Perseo decidió participar en esos juegos, en el lanzamiento de disco.
Hera, que siempre traía desgracia a los hijos de Zeus, hizo que una ráfaga de viento desviara el disco de Perseo, con tanta mala suerte que golpeó a su abuelo, y lo mató.
De esa manera se cumplió la profecía, Perseo se convirtió en rey de Argos por legítimo derecho, pero cedió el trono a uno de sus primos.
Más tarde fundó Micenas, una de las más importantes y hermosas ciudades de Grecia.
Pero eso ya es otra historia.

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