El diputado y el sordo Sosa

Me acuerdo que hacía días que mis padres estaban como nerviosos. Parece que venía un DIPUTADO de Montevideo. Cuando ellos lo decían sonaba todo en mayúsculas. EL DIPUTADO. El tío Gabino no daba mucha bola. – ¿Pa que va venir, decía, si al final siempre es lo mismo? Siempre cuesta lo mismo parar la olla. Si no cuesta más. Me llamaba la atención que pensara así, porque mi padre estaba bien contento que viniera el Read More …

La primera vergüenza de mi tío

Una vez había acompañado a mi padre a campaña y me traje una bolsa por la mitá de pitangas. Le llevé unas al tío y quedó chocho. Primero me dijo que trajera “gelo” de la heladera. Cuando volví, había puesto las frutitas en un plato hondo y las había cubierto de agua. Puse el hielo con cuidado de no volcar y me senté. Las chicharras cantaban mientras esperábamos que las pitangas quedaran fresquitas. – Hace Read More …

San Pilato

La mama no encontraba su San Pilato y se le ocurrió que el Nippur podía haberlo agarrado o algo. En casa siempre hubo perros, pero afuera, como debe ser. La cosa es que Nippur, como todavía era cachorrón, no sabía cuál era su lugar y me había seguido cuando entré. Yo lo saqué carpiendo, pero él, divertidísimo, me hacía fiesta y pensaba que la cosa era juguete. La mama nos vio y se sacó la Read More …

Cuando mi tío me ganó al rompecabezas

Resulta que una vez anduve medio ofendido con el tío Gabino. Como tres días sin ir a comer la grasita de los churrascos estuve. Había pasado a cuarto año con buena nota y estaba contento. Todo orgulloso de mí mismo, yo. Mis padres me habían prometido un regalo y no daba más de ganas que me lo dieran. Pensé que podía ser una miel que me gustaba y que papá traía a veces de campaña, Read More …

Carreras bajo la lluvia

Las libélulas volaban, nerviosas, en un mediodía cargado. Las nubes gordas, negras, apenas habían dejado pasar algún rayo de sol en la mañana, pero ahora, luego del almuerzo, parecía que estaba a punto de anochecer. Cuando me desperté, lo segundo que dijo mi madre fue: Andá a lo del vasco, a buscar grasa. Cuando agregó que también debía traer dulce de leche, casi tuvo que atarme para que no fuera antes de desayunar. El día Read More …

El gato en la punta de la columna

Hacía un calor bárbaro ese día, las chicharras cantaban, los grandes sesteaban y el sol dejaba las piedras hirviendo.Si se miraba la calle, a las dos o tres cuadras parecía que estaba mojado, que había agua. Yo sabía que era por el calor, pero no entendía bien cómo era eso que el calor hacía que las calles y los techos parecieran tener agua arriba.En casa se bajaban las cortinas todo el día; no se veía Read More …

Cuando mi tío se asustó

Estaba en la cocina, comiendo las uvas que la mama guardaba en la heladera. Arriesgaba unas buenas palmadas, así que tenía cuidado de no hacer ruido. Antes de sestear la mama cortaba algún racimo lindo, lo ponía en un vaso esmaltado que tenía, lo tapaba con agua y a la heladera. Al levantarse tenía unas ricas uvas, bien fresquitas. Pero a todos nos gustaban las uvas y dos por tres agarraban a alguno de mis Read More …

Sólo los ambombados están seguros

Había acompañado al tío a hacer algunos mandados, y a la vuelta nos sentamos en plaza Batlle a ver la gente que salía de misa. Mucha gente mayor, mucha viuda, por lo que se veía. El padre Espada les daba la mano y dedicaba algunas breves palabras a cada uno de sus feligreses. Salió una compañera de clase con sus padres, el hombre era policía y se comentaba que le pegaba a la mujer. Ella Read More …

El hombre más fuerte del mundo

Desde el asunto de la mujer de blanco, el Coqui era medio la estrella de la escuela. Parecía que en vez que él hubiera salido rajando, la que había disparado era la aparecida. Nadie veía como cobardía que él hubiese corrido a lo loco; había sobrevivido al encuentro con la mujer de blanco y eso era lo importante. Claro que las maestras nos habían sermoneado con aquello de que las apariciones no existían, que los Read More …

Dos de noviembre

Todos los dos de noviembre marchábamos en familia al cementerio. El camino que seguíamos corría junto a la vía por casi medio kilómetro, y nunca faltaba quien caminara unos metros sobre los rieles. La tía Ana era fina para caminar arriba de las vías, igual te caminaba una cuadra, rapidito y sin perder el equilibrio nunca; yo le envidiaba la habilidad. El tío Gabino decía que no se caía porque era petisa, pero yo era Read More …